Ya sea una estrategia de marketing, estereotipos, discriminación económica (o todas juntas), las mujeres en cualquier tienda o supermercado pagan más que los hombres por los mismos productos o por artículos que tienen como “plus” el olor floral, el esclarecimiento de la piel o simplemente un empaque color rosa.
Ciudad de México, 13 de septiembre (SinEmbargo).- Una mujer se enfrentará al impuesto rosa desde el momento en que necesite un biberón, ya que el que es “para niña” puede costar hasta tres veces más que uno de color neutro. La lista de productos en los que este patrón se repite es larga y va desde cremas, shampoos y cepillos, hasta artículos que se han ido incorporando a “lo femenino”, como jabones “íntimos”, toallas “íntimas” o crema blanqueadora de rostro.
Son las versiones femeninas de artículos de los que hay versiones neutras o “para hombres” que son más baratas y no existe alguna ley que regule esa práctica. Únicamente hay consejos de la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) y la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (Condusef).
De acuerdo con académicas y diversos estudios internacionales, más que impuesto, se trata de un “sobreprecio” rosa y parte de la construcción social de lo que significa “ser mujer”, del mayor peso que tienen las mujeres en las compras y la publicidad, por lo que también puede ser catalogado como discriminación de género y económica.
Juguetes, instrumentos musicales, mochilas, máquinas para afeitar, pañales, desodorantes, cepillos, medicinas, rastrillos, una lima de uñas, biberones, jabones, ropa y servicios como tintorería y cortes de cabello, pueden incluso triplicar su precio bajo esta práctica.
“Las mujeres representan aproximadamente el 70 por ciento de las decisiones de compra a escala mundial. El ser las más activas en el mercado las convierte en un objetivo perfecto en las estrategias de consumo […] Justo esa estrecha vinculación entre la mujer y el hogar o lo doméstico, explica su mayor peso en las decisiones de consumo”, señaló la Profeco.
Según su estudio de Quién es Quién en los Precios del 29 de abril al 14 de mayo de 2019, un rastrillo rosa puede ser 17 veces más caro que uno normal; la ropa interior 15 por ciento más cara; un tinte para cabello, 8.1 más caro o un pañal para niña, 1.3 por ciento más caro.
En entrevista con SinEmbargo, Violeta Rodríguez de Villar, Investigadora del Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), los productores y distribuidores han visto una oportunidad para imponer un precio que es mayor con relación a aquellos productos que no tienen una identificación de género porque hay un marco legal que lo permite.
“En México, la Ley Federal del Consumidor marca que la Profeco debería procurar la equidad en las relaciones entre proveedores y consumidores, no lo está haciendo en este caso, no tiene ninguna acción más que informar, pero no hay ninguna sanción y las mujeres son claramente víctimas de discriminación en productos que hay para ambos géneros”, dijo.
Añadió que se trata de discriminación porque se permite que una estrategia comercial explote las diferencias de género y es algo que las empresas no tendrían qué considerar, pero lo hacen y la Profeco tiene claro conocimiento de que hay productos con sobreprecio porque tienen elementos de identificación para el genero femenino y no hace nada.
«El Gobierno lo tiene claro, la Profeco lo tiene claro y no hacen nada, aun cuando su ley dice que debe promover la equidad. No es un ‘impuesto rosa’ porque un impuesto termina en manos del gobierno pero en este caso no: el sobreprecio se convierte en ganancia de quienes participan en la comercialización y distribución de los productos», sostuvo.
Actualmente un supermercado puede ofrecer en sus aparadores una lima de uñas “normal” a un costo de 29 pesos y junto a ella, una lima “rosa” de 120 pesos o un gel antibacterial con tapa rosa de 53 pesos por 250 mililitros junto a uno de 31 pesos, azul y que ofrece el doble de cantidad.
También un paquete de rastrillos rosas por 129 pesos y el mismo paquete, para hombre, a 119 pesos, con la ventaja de que el primero “da una sensación de spa” o pañales para adulto, que los hay para mujer por 162 pesos y para hombres, a 107 pesos.
Hay otros ejemplos de productos que una mujer “debe” comprar, como una caja con ligas, prendedores y un cepillo rosa con el lema “se una princesa de verdad” que cuesta 149 pesos; una crema anti edad de 252 pesos, más una crema aclaradora de piel de 80 y un jabón íntimo con olor a flor que cuesta 115 pesos. De ninguno de esos productos hay versión masculina.
Sobre esto, la economista Andrea Piña, explicó que las empresas continúan generando necesidades y se juega con la idea de cómo se tiene que ver una mujer, “entonces ahora hay que comprar la crema antiarrugas aunque no tenga el efecto deseado o jabones íntimos al precio que estén porque también ya piensa que debe usarlos, entonces eso da libertad a las empresas de ofrecerlos a los precios que quieran”.
A esto se le debe sumar el tema que también tiene que ver con género: la brecha salarial. Ya que mientras las mujeres deben pagar estos sobreprecios, en México se tiene una brecha salarial de desigualdad de género del 34.2 por ciento, según datos de la Comisión para la Igualdad de Género del Senado.
“Por definición una mujer tiene que destinar parte de su ingreso a productos que un hombre no y eso al final también merma su poder adquisitivo y su participación en la economía. Entonces un hombre tiene más libertad de usar su ingreso y además gana más que una mujer”, comentó Piña.
El Instituto Nacional de las Mujeres encontró que a pesar de que cada vez más mujeres se han incorporado a la fuerza de trabajo, su participación económica continúa siendo menor en comparación con los hombres: en 2016 la tasa de participación económica registrada para ellos fue de 77.6 por ciento y para las mujeres de 43.4 por ciento que está por debajo del promedio de 52.7 por ciento en América Latina y el Caribe.
Al analizar los ingresos y las brechas salariales de la población subordinada, los ingresos son más bajos tanto para las mujeres como para los hombres, pero las desigualdades salariales son más altas, ya que la brecha salarial es la más elevada.
“No se ha logrado cerrar la brecha salarial que ha afectado siempre en negativo a las mujeres y además, las mujeres deben pagar más por el mismo producto que también consumen los hombres y sobre los que solo consumen ellas, como las toallas femeninas. Es terrible y ahonda más la discriminación, porque se ve afectado su ingreso, su capacidad de compra y su bienestar”, añadió Rodríguez de Villar.
LA EXPERIENCIA INTERNACIONAL
Un texto del Congreso Nacional de Chile, que define este sobreprecio como un “impuesto de género”, menciona que la única experiencia legislativa que se ha encontrado es la de California en Estados Unidos, que aprobó en 1995, la primera legislación para proteger contra la discriminación de precios basada en el género.
“Esta ley prohíbe a las empresas, cobrar precios diferentes por los servicios basados en el género de un cliente, en particular respecto de servicios relacionados con cortes de cabello, lavandería, tintorería, etcétera”, puede leerse en el artículo.
Un estudio del Departamento del Consumidor de Nueva York encontró que los productos para mujeres cuestan 7 por ciento más que productos similares para hombres y hasta 13 por ciento más caros cuando se trata de productos de cuidado personal.